Reportaje: Cirugía plástica Sub 20

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Desde la edición número 13 de la mítica Revista Fibra rescatamos este reportaje de Marisol García sobre las cirugías en las menores de 20 años.

Nadie notaba el rollo que a Yamna Lobos la tuvo hace dos meses tendida sobre una camilla en la Clínica Apoquindo. Pero bailando en Rojo, fama contra fama el asunto cambió. Entonces, para Yamna, bailarina y estudiante de inglés de 20 años de edad, el rollo se convirtió en un asunto muy preocupante. Todas sus competidoras parecían más delgadas y con pechos más generosos, redondos, firmes y rebosantes para una chica como ella, acostumbrada a sostenes más bien pequeños.

Las bromas de su pololo de entonces, el futbolista Mauricio Pinilla –“tenís que comer más pollo”, le decía–, le dieron la justificación que necesitaba y el trabajo en TV los dos millones de pesos que debió pagar por sus primeras cirugías estéticas: una lipoaspiración y una implantación de siliconas, sobre las que habla con soltura:

“La gente piensa que me operé porque salgo en la tele. Nada que ver. Lo hice por la necesidad de verme bien yo, como Yamna Lobos. Nadie de la tele me sugirió nada. No tener pechugas era algo que me molestaba desde hacía mucho tiempo. Y, de repente, me encontré con la plata y el tiempo para hacerlo. Ahora vienen y me preguntan en todas partes lo mismo. Yo nunca pensé que esto iba a ser para tanto. ¡Cuántas personas se han operado! Si es una cirugía súper simple”.

Yamna no es una mujer excepcionalmente obsesiva con su imagen, sobre todo si se la compara con el tres por ciento de las estadounidenses menores de veinte años que se gastan sus primeros sueldos en cirugías estéticas no estrictamente necesarias desde un punto de vista médico. La Asociación Chilena de Cirugía Plástica no maneja estadísticas locales, pero si hace una década era impensable que a la consulta de un profesional del rubro entrara una chiquilla interesada en algo más radical que una rinoplastia (cirugía a la nariz), diversos cirujanos estéticos consultados confirman el sorprendente interés de mujeres menores de 18 años que solicitan más busto, menos trasero, piernas más firmes y hasta menos costillas.

“Llegan como expertas: hoy una niña de 16 años tiene absolutamente claro en qué consiste una rinoplastia, una prótesis de mamas, una lipoaspiración. Antes era información que sólo les interesaba a las madres. Hoy las chicas devoran esas mismas revistas”, cuenta el doctor Héctor Valdés, sentado en la amplia oficina de su clínica ubicada camino a Farellones.

El médico señala que el siglo XXI ha traído fenómenos nuevos que explican el aumento de cirugías plásticas en menores; entre ellos menciona la obesidad infantil y la preocupación de los padres por las burlas que puedan sufrir sus hijos debido a determinados rasgos de sus cuerpos. Pero admite que hay un cierto vacío espiritual que traslada las energías mentales a la sobrevaloración de lo externo: “No es malo querer tener un cuerpo de estándares normales, pero hoy nadie parece preocupado de tener un hígado normal, una vista normal, una audición normal, un cerebro normal. Creo que, desafortunadamente, la gente hoy es más infeliz que antes”. Existen contraindicaciones
imaginables para este tipo de intervenciones quirúrgicas, sobre todo cuando se realizan antes de alcanzar la edad mínima para que determinados órganos alcancen su desarrollo al menos en un noventa por ciento (13 a 14 años en el caso de la nariz, 18 en el caso de los pechos). Y los precios de estas intervenciones son los que otros jóvenes destinan a su primer tour por Europa. La vanidad es, en estos tiempos, una fuerza a veces más poderosa que la lógica y la naturaleza.

La cirugía como premio

La relativa impunidad con que hoy el mercado exacerba las inseguridades adolescentes es un negocio que aprendió hace rato el mundo de la publicidad, y dentro de él los cirujanos plásticos deben actuar con sumo criterio, lo cual es aún más difícil si se toma en cuenta que en Chile no existe más norma que la autorización paterna para que un menor de 18 años se realice una intervención estética. El doctor Héctor Valdés, sin embargo, confía en la ponderación de quienes tienen la responsabilidad médica de lidiar con estos complejos.

“Hay gente que no viene a operarse, sino a pedir consejo. A veces, es mejor recomendarle a una paciente muy joven que espere. No toda la gente debe salir con la cirugía bajo el brazo. Mucho menos, entrar a una consulta por un defecto y que le encuentren cuatro. Eso, para mí, es una falta de ética tremenda”, denuncia. “Uno no puede hacer ver a un paciente un defecto que ni él mismo se ha encontrado”.

–¿Incluso en los niños?
–Es importante que el niño no venga a la consulta obligado por los padres. Hay niños que simplemente no se ven un defecto. Sólo cuando el niño lo pide se debe solicitar una consulta y ahí se determina cuál será el mejor momento para hacer la cirugía.

–¿Y qué pasa cuando una adolescente insiste en hacerse una lipoaspiración en lugar de hacer dieta
–Son temas que se conversan con los padres. Creo que es un muy mal mensaje acceder completamente a la solicitud de una niña de 15 ó 16 años. Yo lo que aconsejo es que se haga como un premio, es decir, ofrecer la cirugía después de una reducción previa de parte del peso. Es importante que haya un esfuerzo personal por conseguir una solución, que luego se complementa con la ayuda económica de los padres y la ayuda técnica de un equipo médico.

-La capacidad de juicio del menor y la falta de coerción por parte de los padres son dos de los aspectos éticos más importantes en una intervención médica de este tipo. La presión –a veces desmesurada– ejercida por el mundo de la publicidad y el entretenimiento, pueden llegar a nublar el juicio no sólo de los jóvenes, sino también el de padres que cargan expectativas equivocadas. Un chico que dice “no me gustan mis orejas porque mi madre las encuentra muy
grandes”, es un ejemplo clásico de voluntad distorsionada. Es el tipo de respuesta que debe llevar al médico a tomar medidas tales como sugerir mayor tiempo de reflexión o evaluar con mayor detención la relación padre-hijo. “Hay algo distorsionado en la lógica de consumo que establece que puedo tenerlo en la medida que puedo pagarlo. Quizás haya chicas de 18 años que tienen el dinero para hacerse una cirugía estética, pero eso no significa que deban hacerlo”, concluye Valdés.

Hace una década, la socióloga feminista Naomi Wolf elevó una señera reflexión sobre las presiones estéticas de que son víctimas las jovencitas. El libro The Beauty Myth (El mito de la belleza) denunciaba que la obsesión por el físico no era precisamente una distorsión de la psiquis adolescente, sino un “fenómeno social general que el joven aprende del mundo adulto.

Así como hay hogares en que un niño se inicia en la lectura pues admira la biblioteca de su padre, una chica que tiene a su madre obsesionada con su apariencia, imitará también esa actitud”. Hay muchas jóvenes inseguras de sus cuerpos gracias a la influencia de sus propias madres, las que están dispuestas a gastar grandes sumas de dinero por mejoras estéticas que a sus hijas, quizás, no les preocupan tanto.

Adonis y bikinis

Los motivos que puede tener un adolescente para someterse a una cirugía estética no difieren demasiado de los de un adulto. Pero lo que en una mujer madura puede ser sólo una molestia o una incomodidad, es probable que en el joven se exagere hasta el complejo y la obsesión. Los estadounidenses llaman Body Dysmorphia Disorder (BDD) a la enfermedad psicológica que atormenta a quien sufre por un defecto físico mínimo o inexistente. Desde el acné hasta una nariz ancha comienzan a ocupar de una manera obsesiva los pensamientos del enfermo, afectando su vida social, académica y laboral. Entre los hombres, se habla ya del “complejo de Adonis”, que no es otra cosa que la obsesión por tener calugas en el abdomen e inflar los bíceps.

Los síntomas clínicos del BDD son fácilmente reconocibles. El enfermo se compara insistentemente con los demás y analiza con detención la apariencia de los otros. Camufla el defecto como puede, lo observa detenidamente en privado, lo toca con insistencia. En casos extremos, opta por abstenerse de fiestas o cualquier tipo de reunión social para no exhibirse. Su ansiedad es enorme. Un enfermo de BDD insistirá en una cirugía estética aunque se le diga una y otra vez que no es necesaria. Le sucedió a Claudia, quien porfió hasta que su abuelo le costeó su primer par de siliconas, poco antes de cumplir los 17 años.

-“La única que puede determinar si la operación es o no necesaria eres tú. Tus padres nunca van a apoyarte porque ellos vienen de otra cultura. A mi mamá le da vergüenza hasta decir la palabra pechuga. ¡Menos me iba a llevar al médico! Yo creo que hoy, como está la sociedad, uno es perfectamente consciente de lo que hace cuando tiene quince años. Yo fui sola al médico y pagué la consulta con mis ahorros”.

–¿Y la operación?
–Mi abuelo me había prometido que para cuando saliera del colegio me iba a regalar un montón de plata para que me comprara un auto. Se la pedí adelantada. El sabe que yo quiero trabajar como modelo, entonces fue como una ayuda. Mis padres supieron y se molestaron, pero al final es mi cuerpo y ellos no tienen por qué meterse. Yo no ando pidiéndoles explicaciones a ellos por las tonteras en que gastan su plata.

–¿Por qué no esperaste hasta tener 18 para operarte?
–No hay ningún riesgo. Hay cuerpos que demoran en desarrollarse, pero yo sabía desde chica que no me iban a salir más pechugas. Mi mamá es plana, mi hermana mayor es plana (también se operó). ¿Para qué esperar? El bikini del verano te lo tienes que poner igual, aunque tengas 16.

Lo perfecto está out

Desde el mundo de la televisión y el modelaje, los que más saben de imagen alegan que no es su culpa la creciente fijación por lo perfecto, un concepto que –aplicado al cuerpo– está incluso demodé: “Hace veinte años se imponía un estándar muy rígido de modelo: alta, hasta de 1 metro 80 talla 38, delgadísima”, recuerda Ofelia Memoli, directora de modelos internacionales de la agencia Elite Model Chile. “Ahora hay chicas de hasta 1 metro 65 que son modelos. Con más o menos pechugas, más o menos flacas, con caras rarísimas como la de Devon Aoki (modelo de Channel y Lancôme), que está en todos los desfiles. Hay una diversidad muy grande y cada chica sigue sus propios parámetros. Además, no sólo las modelos marcan la diferencia. También lo hacen las actrices y las cantantes de rock. Una persona informada no va a perseguir un solo estándar de belleza”.

De las 85 jóvenes chilenas de entre 13 y 27 años que hoy trabajan para la agencia Elite, Ofelia asegura que las operadas se cuentan con los dedos de la mano. “Hay algunas que nos piden información y nosotros las llevamos a un doctor para que les explique el proceso. Pero, en general, les recomendamos que no lo hagan. Sobre todo si quieren trabajar afuera, donde no gusta tanto tener mucha pechuga. Además, este mercado no es tan esteta como el argentino,
donde todo tiene que ser súper perfecto”.

–¿Dirías que como agencia ustedes no motivan las cirugías plásticas entre chicas muy jóvenes?
–O sea, si viene una niñita a decirme que se quiere poner pechugas, entiéndeme: ¡si aquí no las dejamos ni cortarse la chasquilla!

Jordi Castell, el fotógrafo y actual asesor de imagen de Chilevisión, concuerda con Ofelia, pues para él un cuerpo siliconado es equivalente al “pan para hoy, hambre para mañana”. Señala que “la mejor imagen para alguien que trabaja en televisión es su coeficiente intelectual y poseer una personalidad y un lenguaje adecuados. Claro, poniéndote tetas y sacándote culo puedes encontrar trabajo por un rato, pero no te va a durar mucho”.

¿Qué le dirías a una adolescente que piensa que para conseguir espacio en televisión hay que ponerse silicona?
–Haría todo lo posible por prohibírselo, por lo menos hasta que termine su desarrollo. Ojo, yo estoy súper a favor de la cirugía estética cuando es justificada o cuando hay una deficiencia o una malformación que daña tu interacción social. Pero no puede ser un capricho ni un vehículo para alcanzar cosas.

–Las chicas que se operan dicen que su trabajo en TV lo requiere.
–¡Pero si la televisión está totalmente alejada de cualquier canon estético! Yo trabajo con un sinfín de personas exitosas que más que bellas son encantadoras. Ahí tienes a la Vivi Kreutzberger o Aldo Schiappacasse, que son grandes comunicadores y tienen un puesto asegurado en la televisión. Lamentablemente, parece que es mucho más influyente la publicidad y las modas norteamericanas que imponen modelos estéticos alejados de nuestra raza.

CARLA OCHOA: 24 AÑOS, DOS OPERACIONES
Carla Ochoa reconoce que su primera cirugía plástica –una implantación de prótesis de silicona, a los 18 años– “puede haber sido prematura”. Pero también recuerda que todo en su biografía parece haber sido hecho antes de tiempo.

“Comencé a modelar para El Gioco a los 12, 13 años. Pololeé mucho antes que mis compañeras. Y durante ese proceso de crecimiento, comencé a notar que ciertas partes de mi cuerpo no crecían más. Las prótesis me ayudaron a sentirme a tono con eso de chica agrandada que siempre tuve”.

Carla acaba de cumplir 24 años y hace poco se sometió a su segunda sesión de cirugía estética. Cambió las prótesis de silicona de sus pechos y lipoesculpió lo necesario para mantenerse vigente en las pasarelas. Para ella la cirugía plástica es un asunto de “beneficios laborales”, tal como un MBA puede ser para un ingeniero.

“La primera vez, a los 18, no hablé de riesgos con el médico. O sea, toda operación tiene sus riesgos, pero yo le veía puros beneficios. Y así fue, porque me dio más seguridad en mí misma y posibilidades de trabajo”.

–¿Les recomendarías a otras chicas jóvenes seguir tu camino?
–Supongo que lo ideal es esperar a que el cuerpo esté plenamente desarrollado, como a los 22 ó 24 años. Yo lo hice igual y tuve suerte de no tener complicaciones.”

PECHOS Y PECHOS

Tanto los hombres como las mujeres jóvenes pueden desear reducir sus pechos. En los varones, el desarrollo excesivo de los pechos, en uno o ambos lados, es una condición llamada ginecomastia y afecta a entre el 30 y el 40 por ciento de los hombres, muchos de los cuales son todavía adolescentes. En algunos casos, la ginecomastia puede ser muy leve y desaparecer con el correr de unos pocos años. Pero en otros, el problema persiste y puede traer problemas psicosociales a las personas. El exceso de tejido en los pechos puede ser quitado desde que el chico comienza su adolescencia a los 13 ó 14 años. En el caso de las chicas, la reducción de busto puede también ayudar a que dejen de sufrir dolores de espalda, problemas de postura y erupciones de piel causadas a menudo por los pechos excesivamente grandes. Cuando debe ser quitado un volumen muy grande de tejido del pecho, el procedimiento se considera reconstructivo antes que estético, y puede ser cubierto por algunos seguros médicos. Del mismo modo, es considerada una intervención reconstructiva la corrección de una asimetría en los pechos. Los implantes de silicona son la solución más recurrida por chicas que miran, horrorizadas, cómo uno de sus pechos simplemente no crece.

RECOMENDACIONES MÉDICAS

La Asociación Americana de Cirujanos Plásticos considera que es responsabilidad de los padres y no de los médicos verificar la madurez física y emocional de un paciente. Sin embargo, indica las siguientes condiciones como las más óptimas para obtener un resultado exitoso cuando se trata de jóvenes:

–Que la inquietud nazca del propio adolescente, y no de la presión de sus padres.
–Que sus metas sean realistas. La cirugía plástica cambia un rasgo físico, no la vida.
–Que el joven tenga la suficiente madurez como para soportar las incomodidades propias de un procedimiento quirúrgico. La cirugía plástica no es recomendable para jóvenes con problemas de personalidad, abuso de drogas, alcohol, o que padezcan depresión.
–Confirmar la madurez física. Operar un miembro que no está totalmente desarrollado podría interferir con su crecimiento natural y así convertir en perjuicios los beneficios de la cirugía.


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